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La actividad social humana es un comportamiento dinámico continuo, que constantemente genera intercambios de señales sociales en vivo. No obstante, ¿qué ocurre cuando las señales se producen a través de interacciones digitales, donde las personas no tienen acceso a todas las claves sociales que se tienen en las interacciones cara a cara?


La actividad social humana es un proceso dinámico, que se desencadena en la interacción con otros. Se inicia a través de la mirada, las expresiones faciales y corporales, el lenguaje, el habla, y otras claves, que actúan como señales perceptivas de carácter social. De esta forma, la presencia de otros bien sea de forma visible o no, es un requisito para que se inicie una actividad social humana que se lleva a cabo gracias a los procesos de cognición social[1].


Por ello estudiar y comprender los factores que intervienen en las interacciones sociales humanas en ambientes digitales, donde existe la probabilidad de interacciones entre múltiples personas, supone un escenario ideal para entender cómo se desarrollan dichos procesos.


Hasta la fecha importantes investigaciones sobre la actividad social humana se han llevado a cabo estudiando el cerebro de forma aislada e individual, lo cual ha limitado de alguna forma la identificación de variables propias de la capacidad de cognición social que tenemos. Estas investigaciones han indagado sobre el cerebro social humano utilizando estímulos pregrabados que simulan a otros individuos (estímulos faciales, estímulos emocionales e historias sociales). No obstante, en la vida diaria (no en el de laboratorio), las personas constantemente intercambian señales sociales en vivo. Cuando menos valdría la pena preguntarse, ¿cómo registrar esas señales y estímulos sociales de forma más natural, y por qué no más real?


Resulta relevante entonces ampliar el volumen de investigaciones, que integren la interacción social haciendo el registro simultáneo de dos cerebros o más (hiperescaneado, perspectiva de segunda persona o neurociencia de dos personas), de manera que se pueda disponer de información más objetiva y precisa, siendo importante en nuestro caso particular conocer qué pasa en el cerebro cuando se dan interacciones sociales a través de medios digitales, donde la información física percibida del otro puede estar en mayor o en menor medida limitada.


Es posible, que en estos escenarios digitales las personas recurran de forma preferente a realizar inferencias sobre los estados mentales de otras personas con las cuales interactúan, para formarse una idea de lo que el otro quiere, necesita, reprueba, desea, sueña, etc., a través de un subdominio de la cognición social que se ha denominado teoría de la mente[2].


Recientemente los neurocientíficos han comenzado a estudiar la forma como interactúan múltiples cerebros, y cómo la actividad cerebral de cada persona se sincroniza con la de los demás (sincronía intercerebral) durante los ejercicios de interacción social.


Al respecto, la neurociencia social interactiva es una alternativa válida para avanzar con investigaciones en esta área, ya que incluye en sus aproximaciones el uso de herramientas de observación cerebral directa; como la espectroscopia funcional de infrarrojo cercano -FNIRS-; así como el hiperescaneado utilizando imágenes de resonancia magnética funcional -FMRI-, magnetoencefalografía -MEG- y electroencefalografía -EEG-.


Resulta entonces un enfoque atractivo e interesante el que proponen desde las neurociencias; la cognición social y la teoría de la mente, con objeto de aportar en la comprensión de las diferentes interacciones sociales propias de los omnipresentes mundos digitales, de modo que podamos avanzar en el entendimiento sobre qué pasa en nuestros cerebros sociales durante dichas interacciones, en las cuales, dada la naturaleza informático-digital de muchas de nuestras comunicaciones habituales del mundo de hoy, no se logre un intercambio bidireccional clásico sino a duras penas un relacionamiento unidireccional. Definitivamente un tema desafiante para los cerebros humanos que han encontrado en la comprensión de las intenciones de los demás una innegable ventaja evolutiva en su desarrollo.


Carolina Gutiérrez de Piñeres, PhD

Presidencia FNAD


[1] La cognición social es un conjunto de procesos psicológicos con bases neurológicas, que permite hacer frente a la mente de otra persona, como inferir las intenciones (engaño, por ejemplo), los sentimientos, o los pensamientos de aquellos con quienes interactuamos (Adolphs, 2009). [2] Se puede definir la Teoría de la Mente como la habilidad de inferir estados mentales (pensamiento, deseos, intenciones…) en otra persona, y utilizar dicha información para interpretar y predecir la conducta, así como regular y organizar el propio comportamiento.

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